Debido a los ensayos para la presentación en diciembre del último disco de Inlavables tengo un poco abandonado el blog. Para crear una entrada hace falta tiempo y ese tiempo me es necesario para otro menesteres. Pero uno no se rinde.
Estos días Rafael Hernando ha vuelto a ser noticia por cargar contra la memoria histórica. Rafael Hernando el ínclito pepero, el que no tiene ni pajolera idea de historia, el que afirmó que la culpa del millón de muertos durante la Guerra Civil fue culpa de la II Repúblia. En realidad la culpa fue de quien dio el golpe de Estado, y la cifra total de muertos es de 500.000 ", no tiene solución
Según recoge la Cadena Ser: "la Asociación de la Memoria Histórica ha presentado una denuncia por estas declaraciones de Hernando a las que considera una injuria "porque menoscaban su dignidad", y le piden en los tribunales que rectifique" Rafael Hernando no dimitirá. Nuestros políticos se piensan que el verbo "dimitir" es un vocablo ruso y, seguramente, jamás pedirá perdón.
El historiador Julián Casanova Ruiz en su FaceBook nos ha deleitado con el siguiente post a propósito de Rafael Hernando, y de paso le ha dado un repaso a la derecha española:
Sobre Rafael Hernando y la derecha memoriosa
Cuando uno tiene delante a un sujeto como el ínclito Rafael Hernando, lo más sencillo, y para muchos también lo más tentador, es despacharse a gusto contra él con cuatro o cinco descalificaciones de trazo grueso.
Pero ese no es el problema, porque Hernando representa aquí al vocero de un grupo amplio de políticos, jueces y periodistas (y, por supuesto, de una parte importante de la población que los sigue). Hay cuatro dimensiones en este grave y relevante tema y, si no las abordamos, después de Hernando llegará otro a decir lo mismo o con palabras todavía más injuriosas.
1. Los políticos del PP, en general, aceptan la democracia porque les ofrece amplias oportunidades para ejercer el poder (y por lo, que hemos visto, para aprovecharse continuamente de él). Pero con el tema de la historia y la memoria de las víctimas del franquismo les aflora su pasado, los recuerdos familiares, la bondad del Generalísimo. Lo que dice Hernando, lo piensa una buena parte de ellos y lo dicen en sus comidas, en privado, y con sus whiskies en el centro. Son demócratas, como la mayoría de los conservadores europeos, pero la historia les puede (al revés, por ejemplo, que a un conservador alemán, que tiene una clara barrera para no reproducir apologías al nazismo).
2 En vez de permitir que ese pasado de degradación y asesinato político se investigue, de intentar comprender y explicar por qué ocurrió, reconocer jurídica y políticamente a las víctimas, un sector de jueces, de políticos y medios de comunicación se muestra muy incómodo con el recuerdo de la violencia franquista, con la excusa de que se siembra el germen de la discordia y se ponen en peligro la convivencia y la reconciliación. Acostumbrados a la impunidad y al olvido del crimen cometido desde el poder, se negaron, y se niegan, a condenar ese pasado para aprender de él.
3 La Segunda República, la de antes del golpe de Estado de julio de 1936, fue un régimen sobre el que se pueden hacer diferentes valoraciones, pero que, en cualquiera de los casos, y comparado con lo que siguió, merece un puesto de honor en la historia de la política del siglo XX español. Nunca lo creyeron así los políticos de la transición y nadie desde los poderes de la democracia actual se atreve a defenderla, pese a que España fue durante cinco años, el tiempo que los militares golpistas permitieron, una República parlamentaria y constitucional, con muchos conflictos (como todas las democracias que trataban de consolidarse en ese momento), con elecciones libres, sufragio universal y gobiernos responsables antes las Cortes. Casi nadie recuerda a sus dirigentes, muertos la mayoría de ellos en el exilio, a quienes presidieron sus instituciones, hicieron sus leyes y dieron el voto a todos los ciudadanos, incluidas las mujeres.
La larga dictadura de Franco, que mató, encarceló, torturó y humilló hasta el final, durante cuatro décadas, a los vencidos, resistentes y disidentes, culpó a la República y a sus principales protagonistas de haber causado la guerra, manchó su memoria y con ese recuerdo negativo crecieron millones de españoles en las escuelas nacionales y católicas. Nada hizo la transición a la democracia por recuperar su lado más positivo, el de sus leyes, reformas, sueños y esperanzas, metiendo en un mismo saco a la República, la guerra y la dictadura, un pasado trágico que convenía olvidar.
4. Para muchos españoles, el rechazo de la dictadura y de las violaciones de los derechos humanos no ha formado parte de la construcción de su cultura política democrática. Y por eso tenemos tantas dificultades para mirar con libertad, conocimiento y rigor a las experiencias traumáticas del siglo XX. Parece que estemos en un eterno debate y, en realidad, seguimos rodeados de miedos y mentiras. Y, lo que es más importante para el futuro, sin claras políticas educativas y culturales sobre los derechos humanos.