Sí ser homosexual es una enfermedad, en el seno de la Iglesia debe de haber una epidemia vírica. O será que la castidad acaba destrozándote el cerebro. El último escándalo de pederastia clerical, es cuanto menos repugnante: abusos sexuales a menores, denunciado ante el Papa por un joven que ha quedado totalmente traumatizado.
Nos gustaría que el arzobispo de Granada fuera tan contundente con los pederastas homosexuales, que usan alzacuello y les gusta rozarse con jóvenes impúberes, como con las mujeres que abortaron. Si una mujer que aborta es susceptible de que el santo varón pueda abusar de ella. Entonces que pena -según la libertad religiosa-, habría que aplicarle al sotanudo que aprovechando su estado clerical viola o abusa de niños inocentes.
A un servidor se le ocurren varias penas aplicables a estos pederastas, pero me disculparan porque no vaya a revelarlas, a mi no me ampara la libertad religiosa.